23.1.12

FAMOSO


''Manolito quería ser famoso.

No se conformaba con que los niños siempre estuvieran tirándole piedras. 
Él aspiraba a más.
La cuestión era: ¿por dónde empezar? Y no es que no supiera qué hacer. El problema es que no sabía hacer nada. En épocas pasadas había desarrollado grandes habilidades, incluso llegó a dirigir empresas que él solito llevó a la quiebra mientras, por las noches, estudiaba astrofísica y se cortaba las uñas de los pies al mismo tiempo. 
Pero esos tiempos felices ya eran historia. Desde el golpe en la cabeza, la mente de Manolito se parecía a una hoja en blanco.
A veces, cuando le daba sol, su mente se amarilleaba y dejaba ver alguna idea seca. Fue en una de esas insolaciones cuando la fijación de ser famoso llamó a su puerta.

Y Manolito era un tipo voluntarioso. Digamos que aquella hoja en blanco era de las gruesas, de las que no se pueden utilizar como papel higienico por mucho que presione la desesperación. Él tenía que ser famoso, así que iba a ser famoso. Era un tonto.
Un día, mientras paseaba por el parque, se cruzó con un niño. A nuestro héroe le gustaban mucho los niños pero, como le producían estreñimiento, no solía comérselos habitualmente. Este niño, sin embargo, era un poco fastidioso. Insultó varias veces a Manolito mientras le lanzaba unas cuantas piedras de esas bien grandes.
Una de ellas golpeó de lleno su objetivo: los genitales de Manolito. Fue entonces cuando éste decidió tragárselo de un solo bocado, a pesar de que aquel día había desayunado harto.
Y no es que Manolito fuera un monstruo, es que como era la época de guerra, el gobierno había recomendado a todo el mundo que aplastara a pisotones a todos los niños que pudiera, porque no sé si sepan, pero en nuestro país hubo un problema de superpoblación terrible. La consigna era comérselos para, a su vez, resolver el problema del hambre provocado por la dura guerra. El Estado pagaba primas al que matara más niños, y el récord creo que lo ostentaba un tal Garavito.

Pero bueno, no quiero aburrirlos. El caso es que Manolito quería ser famoso. Y, como ven, el hecho de que fuera un asesino múltiple pasaba inadvertido en aquella época. Así que decidió dejar el canibalismo infantil y sentar un poco la cabeza.
Se metió de chatarrero y estuvo malviviendo un tiempo, unos cincuenta años. Con lo que ahorró se tomo unas fotos y las pegó en su hoja de vida para ver si alguien podía representarlo en el tema de ser famoso.
Sabía que sin un buen padrino no hay nada que hacer. Lo que no sabía es que existen muchos padrinos, pero no son buenos.

Como no era un tipo que se conformara con cualquier cosa, acudió al mismísimo Marlon Brando: el Padrino. Éste  vio en Manolito un tipo con posibilidades, y le dio un empleo de representante de cocaína rendida con caspa, a medio tiempo. Manolito estuvo un tiempo encargado de este asunto, unos setenta años, pero por fin se dio cuenta de que ese no era su sitio: la clandestinidad estaba demasiado reñida con la notoriedad pública que él ansiaba alcanzar. Encima, un día pisó popo de un perro grande. Esto fue la gota que derramó el vaso. 
Ese día, Manolito se unió sin previo aviso a la familia de los Atapuerca, enemigos acérrimos de los Corleone. Esa misma noche comandó una terrible vendetta durante la cual arrojaron huevos rellenos de pintura sobre las fachadas de todos los negocios de sus competidores. Esta vez estaba seguro: iba a salir en los periódicos. Pero resultó que ese mismo día Cristiano Ronaldo había estornudado un par de veces, y aquello había conmocionado a la sociedad hasta el punto de eclipsar cualquier otra noticia.
Manolito se hartó de tanta mala suerte. Se paró a pensar un rato, unos ciento veinte años, y por fin llegó a la conclusión de-fi-ni-ti-va: se pararia en medio de la plaza a tocar canciones, usando una gorra de esas que tienen una hélice y seria un artista delante de la concurrencia.
Eso no podía fallar. Manolito, presa de la emoción, se dirigió inmediatamente al parqueadero, pero resulta que le cayó encima un meteorito de diez mil toneladas. Quedó aplastado, alcanzo a decir Jesús, y nadie vio su muerte porque casualmente nadie estaba mirando.
Al día siguiente, la prensa sólo hablaba del meteorito gigante que había caído en la ciudad, y que por suerte no había causado daños físicos a nadie. El Meteorito fue bautizado por los científicos como "Manolito", y dio de que hablar a generaciones y generaciones.
La moraleja no es alegórica: no se trata de que por fin Manolito alcanzara la fama en forma de Aerolito. No, no. Una cosa es Manolito y otra es la piedra: sí, esa gran triunfadora...''

EL HOMBRE

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