Escrito por Daniel Buitrago Cardon, cerro facebook por hipster, bf de Juan Camilo.
Ayer pensaba en lo feos que son los humanos, qué es lo bonito que tiene una teta, qué es lo excitante de tan grotesca masa terminada en una montañita deforme y dueña de un color que no se encuentra en el arcoíris. Aunque de colores prefiero no hablar, ya no se cual color es cual, resulta difícil saber si lo que yo llamo rojo para otros sea ese mismo rojo que yo veo y no sea un azul, un verde o un violeta; entonces, la sangre es un espectáculo de colores ante otras miradas, es por eso el apetito humano por ver ese desfile de colores derramándose por el cuerpecito de la víctima en cuestión.
31.3.11
29.3.11
Los vivos venimos por la mierda
EDMOND, OK -- Edmond 911 dispatchers field dozens of calls everyday. But this was among the strangest in recent memory.
Dispatcher: What's going on there ma'am?
Caller: I have some kind of animal in the toilet in my bathroom.
Dispatcher: Like, what's it look like?
Caller: Well, it's gray. That's all I can tell you. I didn't look real good because it scared me to death. I'm sorry.
Dispatcher: But it's not like one of your animals, like a cat or something?
Caller: No. My cat is in my office behaving herself.
Edmond Officer Derek Kennedy was the first to respond to 305 Candlewood Drive.
When he arrived, he discovered the aggressive squirrel, still in the toilet.
"As soon as I saw the squirrel, I knew I needed back up immediately," Officer Kennedy said.
Kennedy and his partner spent the next several minutes trying to capture the creature.
Kennedy says, "We wrangled up some snake tongs, a dog kennel. After a 5-minute chase, and him chasing us, we caught him."
The Edmond cops then released him in the park across the street.
It's a mystery how the squirrel got inside the house and in the toilet in the first place.
Police speculate it may have crawled through the sewer drain.
Dispatcher: What's going on there ma'am?
Caller: I have some kind of animal in the toilet in my bathroom.
Dispatcher: Like, what's it look like?
Caller: Well, it's gray. That's all I can tell you. I didn't look real good because it scared me to death. I'm sorry.
Dispatcher: But it's not like one of your animals, like a cat or something?
Caller: No. My cat is in my office behaving herself.
Edmond Officer Derek Kennedy was the first to respond to 305 Candlewood Drive.
When he arrived, he discovered the aggressive squirrel, still in the toilet.
"As soon as I saw the squirrel, I knew I needed back up immediately," Officer Kennedy said.
Kennedy and his partner spent the next several minutes trying to capture the creature.
Kennedy says, "We wrangled up some snake tongs, a dog kennel. After a 5-minute chase, and him chasing us, we caught him."
The Edmond cops then released him in the park across the street.
It's a mystery how the squirrel got inside the house and in the toilet in the first place.
Police speculate it may have crawled through the sewer drain.

24.3.11
Condenados
Todos los estudiantes de la Licenciatura en Lenguas Modernas de la Universidad Javeriana están condenados al infierno, lastima que tenían que arruinarlo para todos aquellos que tan humildemente merecíamos el paraíso. Y es que esta reputacion de igores burdos y atentados contra la vida y obra de Miranda Prestley no la han ganado gratuitamente. Si eres un extranjero que se pasea por la Javeriana, puede proponerte este recorrido para hacer de tu travesia lo menos tortuosa posible. Comienza por arquidiseño, donde las palomas con gafas de pasta y demas modelos de Shock y BBYB se pasean, exhibiendo su ultima adquisicion de Massimo Dutti si son gomelos, o PoorDesigner si de hipsters hablamos. Aun entre todas estas telas, Dr. Martens y pisahuevos podemos descubrir al rostro bello y agraciado que los porta, al organismo evolucionado que hace las filas enteras y tutea a sus amigos hombres. Estos sujetos son portadores del estandarte del buen gusto, no me atrevo a decir que del buen juicio o del cerebro que nos falta a los licenciados. Porque evidentemente hace falta un cerebro humano normal para ser conscientes del suicidio profesional que supone estar en Lenguas Modernas. No los culpo a todos, yo me vine a dar cuenta en mi tercer semestre, para el momento en que ya saltaba a la vista que yo no encajaba en ese grupo inmenso de manga y ropa de segunda. Pero volvamos a nuestro extranjero, que ahora sale de arquidiseño y llega a las escaleras, donde, ataviado de dos maletas de mano y una Jansport (JJJJJJAAAAAAAAAAAAANSSSSSSPORT) en la espalda, contempla el panal de tendencias que alli se localiza. Entre emos prehistoricos, hipsters que comienzan a adentrarse en lo alternativo con sus primeras gafas de pasta, punkeros convencidos, pelolais y costeñas mammmasitas, alli sin falta localizara el al estudiante de Lenguas Modernas, que resalta, lastimosamente, por el pantalon de cuadros y los zapatos de rayas, la trenza en el pelo y...bueno, para que sigo, me duele, porque son mis compañeros, son mi equipo de futbol hipotetico, no deberia ser asi! Pero no es su culpa, estoy seguro de que el pensum nos ha engañado a todos, el ser profesores nos tomo de los guevos tan de repente que ya para atras como nos ibamos a echar, y hay gente respetabilisima, grandes amigos, dentro de esta carrera maratonica hacia el decimo semestre donde podremos por fin dedicarnos a la panaderia erotica. Pero porque todos quieren cambiar, porque todos se arrepienten? Que es aquello tan terrible con que se topan de narices? Es la hora en que creo que es todo junto, las materias, los niveles de ingles, cada uno mas aburrido que el anterior, algunos compañeritos :), ... Hasta alla llega mi vista. Pero compañeros, no desistamos, que ahora que el kerosene es mas barato por nuestros amigos japoneses, podemos llevar a cabo nuestro mas añorado sueño...
BURN IT TO THE GROUND!!!
(con esto no aludo a nadie compañeritos, si acaso al calvo. todos somos la misma masa olor a tostacos).
Entrada de entrada
Me parece importante contarles que quienes manejamos este Blog somos integrantes de un grupo llamado Mokoseko.
Escuche y conozca Mokoseko, la calidad de grabación es deplorable, totalmente contrario a la calidad de la banda
http://soundcloud.com/mokoseko
Escuche y conozca Mokoseko, la calidad de grabación es deplorable, totalmente contrario a la calidad de la banda
http://soundcloud.com/mokoseko
La adoracion
Hoy quiero confesar que rindo un culto secreto a dos personas, tal vez sean mas, solo que no las he conocido, o si las conozco no la he visto, no soy consciente de su existencia, por lo tanto son deidades sin cuerpo, lo que no me da ninguna certeza de que existan, mientras que mis dos objetos de culto, acaban con esa idea de una religión basada en un ser superior y etéreo, que me maneja y amenaza.
Al contrario, estos dos despiertan tal adoración que se han vuelto un ideal de vida, estar cerca de ellos causa una alegría, una paz interior que estoy seguro, jamas alcanzaría con ninguna religión...
Ayer soñé con ella, soñé que nos encontrabamos, ella me hablaba, se reia con lo que yo decia, de repente se acercaba y me besaba, no miento, ese fue mi sueño. Despues de ese beso, yo me desplomaba como una pluma, igual que pasa en las caricaturas, ella se reia de mi gesto, cruzaba la calle y tomaba un taxi.
Con ella he tenido contacto, estudiamos en el mismo lugar. Un dia yo estaba esperando que dejara de llover, en ese momento ella se paro a mi lado, me dijo algo que los nervios me hicieron olvidar, recuerdo que me dijo que si yo tenia una sombrilla, aparte les cuento que odio las sombrillas porque me dan una miniclaustrofobia, asi que le dije que no tenia, después ella soltó alguna broma, que desde luego me hizo reir y pensar que ademas de ser hermosa era divertida, depronto, asi sin mas, se despidio de mi y yo la vi alejarse, se iba y con su partida llegó el mayor arrepentimiento de mi vida pero gracias a ese encuentro empezó esa adoración de la que hablo.
El culto que sigo trata de adorarlos y de rezar diariamente, aunque muera de celos, por que se amen, y salga de su unión un ser extremadamente superior, y que este ser, a su vez, al ser superior, empiece a reproducirse a temprana edad y así todo el mundo estará habitado por gente hermosa. Estamos acabando ese problema de ver 100 personas feas cada 101, encontrando la 99 aun mas desagradable que la 98. Claro está que para que este ser superior, resultado del amor de mis dos principales dioses, pueda reproducirse rapidamente, debo tener una lista de prospectos que ofrecerle para su reproduccion. Pues ya estoy trabajando en eso, aunque todas las noches, despues de orar, encuentro que vivo en Colombia y esa tarea es imposible, sin embargo, nunca pierdo la esperanza.
A ellos canto:
22.3.11
La felicidad ja ja ja jaaa
(Escucharla mientras lee dará un ambiente particular)

Nuestro profesor de Matematicas nos ponía apodos, dependiendo de como nos veía a cada uno. A Cesar Duque le decía Griego, porque era alto, fuerte y rubio. A Patiño le decia Vietnam. A Duarte le decia Basura. A Pomar le decia Pomar..Pomar era un tipo alto y fuerte, un dia se atrevio a meterse con al novia de Panda (Su nombre real es David Diaz). Asi nada mas, armado con su pinta de galan de corregimiento, se dirigio hacia ella y le lanzo un par de coqueteos. Al presenciar esta injuria, Panda, se levanto imponente como una estatua de marmol negro de Rodin. De repente Pomar recibio un puñetazo en la mandibula, dejándolo inconsciente durante unos minutos. Los mas cobardes aplaudimos.
Afortunadamente ni usted, ni yo somos Pomar. Afuera la gente sigue pasando, y la gente cada día es más feliz. La gente ríe a carcajadas con una estupida alegria inconsciente, sin motivo, porque sí. De haber un motivo, el unico que se me ocurre es que ellos, secretamente, tambien sienten que no son Pomar. Pero si reflexionamos en serio, llegamos a la conclusion de que Pomar puede ser perfectamente feliz, porque, ademas de aquel mito que decia que su padre era dueño de Lacteos El Pomar, Pomar no tiene que sospechar nada. Pomar estará convencido de ser mucho mejor que Pomar; es decir, el autentico Pomar, grandote y mezquino.
Aunque, si vamos a eso, todos somos un poco Pomar; todos vivimos engañados, todos somos bastante peores de lo que creemos.
Ahora que lo pienso, me gustaria ser Pomar, porque Pomar vive engañado, pero él no lo sabe. Pomar no sospecha nada. Por eso Pomar es Pomar y yo estoy aca, rodeado de chusma, en medio de muchos buses y mugre, en el centro de Bogotá, con un hambre hasta conmovedora, y con unos calzoncillos que si no encuentran un baño rapido, avergonzados, querrán volver a la casa y nunca más salir de alli.
La Exploracion de lo ajeno
Porque Marcela no me para atencion? Sera por mi falta de ortografia? por no poder poner tildes en este hijeuputa teclado. Marcela, Claudia, Jeronima, todas las chicas que se encuentran en la casa de Pipe luego de haber metido pepas y hablan sobre los "Loosers" que intentan caerles todo el dia, pero yo no me preocupo. Yo me encuentro en mi casa masturbandome, o pensando en cuando me voy a masturbar y que voy a ver mientras lo hago. Pero hay un punto, un momento, en el cual la masturbacion pierde sentido, ese momento en el que vemos todo el mundo tirando al tiempo, cuando quisieramos satisfacer nuestras necesidades carnales, culeando cada culo que vemos, penetrando cada cuca que pasa al lado, la enfermedad sexual a llegado a una nueva dimension, queremos leche maldita en tu cara zorra. Si zorra, porque eso eres todo lo que fuieste y los maximo que llegaras hacer. Empieza a lavar los platos, antes de que te flapee el culo. La pelirroja que vi en el bus, morira tal vez manana, mientras yo DULCE-MENTE me vengo en el lavamanos.
Ranzig

Ranzig

21.3.11
1 2 3 por...

Se le antoja seductor el calvario que significa recorrer el hilo de sucesos hasta llegar a los puntos de origen de cualquier impresión que se le cruza por la cabeza.
Como su novia amor lo siento mi vida perdóname no recordaba que hoy ibas a mi casa usted no puede evitar imaginársela cubierta toda de sudor ajeno de sonrisas de oh’s y de ah’s ¡Ah! y además ella le pide que le termine los ejercicios de álgebra. Las posibilidades se extienden al infinito hacia todas las direcciones como las gotas que golpean en el parabrisas del bus azulrey en el que va sentado abrumado por una humedad que lo nubla, una que sabe a mareo y que le impide arriesgarse a definir en qué parte del recorrido se encuentra. La ciudad toda hecha ángulos proyectados hacia el trío de planos. XYZ equisyezeta equisyezeta… cuántas placas es posible crear con su abecedario ignorando las eñes, cuántas de tal manera que no las repita en su diario casa.universidad.casadesunovia casafeapobre.universidadsnob.casadeHelena habitaciónhueso.aulaamarilla.camadeHelena… de manera semejante a como lo hace su cerebro que construido cruelmente con 383 regiones distintas conectadas por 6602 caminos esconde algo que usted espera encontrar en alguna esquina tras algún árbol junto a cualquier carretera mental o sensorial. Buscar aún porque hace años contó de cinco en cinco hasta cien de cien en cien hasta mil de mil en mil hasta diez mil y apareció Helena y usted se lo creyó. Ahora va andando a la espera de cualquier pequeñez que le sirva de casa de base numérica para crear su sistema de algoritmos neuronales que descomponga las rutas que ha delineado Helena en el orden ascodeseobiología o náuseachocolatelascivia o HelenahumillaciónHelena que no deja de transitar. Un mapa mental que le sirva de guía para llegar a alguna idea certera algún sentimiento sincero un solo-y-genuino instante de pureza.
Usted se baja del bus que olía a incontinencia, a pasividad juvenil; dos pasos en el andén y algún cabrón pasa viril en su carro y lo empapa. En las placas lleva KYC kayece cállese…
Usted se baja del bus que olía a incontinencia, a pasividad juvenil; dos pasos en el andén y algún cabrón pasa viril en su carro y lo empapa. En las placas lleva KYC kayece cállese…
20.3.11
Domingo por la noche.
No se como empezar a escribir esto asi que solo lo hare. Cada vez se aleja mas, se aleja, el timepo, tan dificil, tan liquido, a veces siento que se me sale de las manos su naturaleza, de la que solo puede extraer un 1% o quiza menos. Era de esperarse que sobreviniera una nostalgia supremamente desagradable luego de mi cumpleaños. Y es que eso que digo sobre el tiempo es precisamente al respecto. Se dilata solo para volverme loco, volverme loco es dificil de escribir, es casi como dar un paso grandisimo hacia adelante. En fin! El timepo, no se porque añoro el pasado, siento que cada vez se aleja mas, como aquellos momentos en que uno cree haber visto en la calle a Gerard Butler, pero al haber sido un glance, la mirada desinteresada siguio su camino, y ya en el momento en que iremediablemente caemos en cuenta de que en twitter vimos que Gerard Butler vendria a pasar el fin de semana en Chía (la mas fantastica de las suposiciones fantásticas) y que seguramente se ahbria hospedado alli cerca de donde lo vimos porque no hay anda interesante para conocer en Chía salvo las cuatro paredes del cuarto de hotel y la esposa internacionalmente deseada. Bueno, tanta mierda para decir que es lo mismo, es como saber que me he perdido de algo que no vi y que en el preciso momento en que estaba viviendolo, no lo comprendia. Pero a la final nunca comprendo nada de nada; esa es la gracia. Es algo tan grande que mis pequeñisimos ojos, mas pequeños que los de cualquier japones (no tiene nada que ver su alusion al terremoto (creo)), llenos de limon y de sangre, no alcanzan siquiera a cubrir el 10% de lo que se erige ante mi, esa fecha terrible del 19 de marzo de todos los años. Es tan grande que, como le acabo de decir a Juanito, me abruma y me sobrecoge. Al final soy un gran gay, y aunque aceptar que el hecho de que solo 8 personas me hubieran felicitado por feisbuk tuvo repercusiones que nunca imagine, lo mas preocupante es que siento que el calendario de 2011 venia mundialmente asi: 17 jueves, 18 viernes, 20 domingo, 21, lunes... Queda mucho. No se sabe nada. Vive. Porque no puedo ser simplemente un camarón?
Cuando Manuel Núñez se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso crustaceo. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre curvado, rojizo, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó. «¿El blog tiene poderes? Jueputa, el ensayo sobre Cortázar!»
18.3.11
Mañana es mi cumpleaños
Mañana es mi cumpleaños. Es increible saber que estadisticamente me quedan por vivir dos tercios de mi vida. Aun me queda mucho, que hare con tanto tiempo??? Tampoco es tan preocupante, no es que este sintiendo que desde mañana mi pasado va a presentarseme mas inalcanzable, no es que la falta de sexo me de un golpe en la cara o el no haber comido langosta sea un drama casi juvenil. Juvenal, poeta de me importa un culo donde, dijo:
"Todos desean saber, pero pocos pagar el trabajo que vale." Ojala valga la pena el pago. |
16.3.11
Ojala.
Ojala yo fuera negro, tal vez al verme al espejo me sentiría mas humano
Ojala yo fuera negro, y cada manana al verme las manos no me sentiría superior
Ojala yo fuera negro para no juzgar a todo el mundo
Sin embargo...
By: ADONIS
15.3.11
14.3.11
querido alfeñique:
1000 amigos en facebook no significa que tengas amigos; que tengas una cámara semiprofesional no te hace un fotografo; follarte a una cada mes no quiere decir que tengas sex appeal; crear un blog no te hace intelectual ni medianamente interesante; que leas la columna de arte del magazín mensual de Bogota no quiere decir que seas culto; que te des cuenta que eres un snob no quiere decir vayas a dejar de serlo; abrazar a tu abuela arrugada mueca y maloliente no hace de tí un filantropo; escuchar a Liszt a Brahms o a Gershwin no te convierte en un melómano; llevar gafas de pasta no te vuelve artista. juro que te he visto mirandote al espejo creyendo que tienes algo importante que decir.
1000 amigos en facebook no significa que tengas amigos; que tengas una cámara semiprofesional no te hace un fotografo; follarte a una cada mes no quiere decir que tengas sex appeal; crear un blog no te hace intelectual ni medianamente interesante; que leas la columna de arte del magazín mensual de Bogota no quiere decir que seas culto; que te des cuenta que eres un snob no quiere decir vayas a dejar de serlo; abrazar a tu abuela arrugada mueca y maloliente no hace de tí un filantropo; escuchar a Liszt a Brahms o a Gershwin no te convierte en un melómano; llevar gafas de pasta no te vuelve artista. juro que te he visto mirandote al espejo creyendo que tienes algo importante que decir.
12.3.11
El Cielo de Toscana
Por alguna razón que hasta ahora desconozco, amanecí en el sol. Si me hubiera sido posible sondear en lo fantastico, no me hubiera entonces parecido tan descabellado asi como un amigo sueña que un profesor se rapa y el profe se rapa. Mi cuerpo respondio hoy tan bien, tan querido el, dejandose vestir tan entregadamente, sin desaire o rebelion alguna, y por eso mismo el calor no me impidio caminar hasta la casa. Pero ya a un potrero alejado me acercaba cuando se me ocurrio mirar al cielo, creo que por esa melancolia de ya no verlo de la misma forma, como si de repente fuera a revelarseme como en los años ya pasados, tan sereno, casi anunciando un dia maravilloso. El cielo-la cama-el cielo, o el cielo-elcamarote-elcielo (se me ocurre el vino y la sal, y aca empieza), el cielo...si....lo mire y todo se alineo. Y fue el cuadro, el cuadro, el cuadro ams que la foto, mas que la toma o la descripcio, fue el cuadro, el cuadro subiendo la desvencijada escalera de madera y arena, el cuadro colgado en la pared que estaba junto al frente de donde lo escupiria la escalera, el Cielo de Toscana. Pero que voy a saber yo que nunca he ido a Toscana, que sueño con ir a Ventaquemada a agotar todos los piqueteaderos con mi estomago , yo que vivo para tener mas pelos en la cara, para mirar el cielo, pero no para ir a Toscana. Pero ahi estaba, y no soy quien para decir que era Helsinki o Ginebra. Era Toscana, y fui un italiano con un pan en la mano y una mujer a su lado, fui los techos blancos que apuntan al mar, las callejuelas pequeñas y ladeadas, desafiantes a la geometría.
Y luego hijueputa me faltan diez minutos y tengo sed y ganas de cagar!!!!!!!!!!!!!!! Si supiera que en Toscana hay 5 baños publicos por cada 1 en Chía, o quizá no baños, sino gente mas afable, que huele a sal y mar y vamos a perdernos a esa isla pequeña que se ve allaaaaa.
11.3.11
Pobre Jorge
Jorge dice: "Ya no hay revoluciones por las que pelear, solo nos resta definir qué es mejor entre Blackberry y iPhone", Triste y superficial.
10.3.11
Define: Exito
Acabo de darme cuenta que Jessica Jaymes sigue a Mokoseko, y nos envió un mensaje privado.
Creo que no podemos llegar mas lejos.
Creo que no podemos llegar mas lejos.
9.3.11
Habrá que matarlos a todos
Porque diablos me miran con esa cara?. Ese tipo con su cara de idiota me mira. Deberia acercarme y darle un pellizco en los cachetes, retorciéndoselos con toda mi alma, y luego irme, como si nada.
La gente me da ascopena. Todas esas caras distintas… ¿No es obsceno? ¿No es repugante pensar que todas las caras que llenan las calles, esas hordas de rostros confusos, nunca se repiten? Millones de combinaciones, cada una mas repulsiva que otra. Cientos de millones de orejas sucias, miles de millones de pelos en la nariz, cientos de miles de millones de granos. Y nunca iguales. Todos sorprendentes en su horror y en su realidad brutal.
Siento vértigo. He visto caras horrorosas, y encima me han mirado, con sus ojitos llorosos y su mirada de pena; pero eso no es nada.
Hay millones de caras en este mundo; tantas, que sería imposible verlas en una vida.
Es como si fueran infinitas. Por eso no me atrevo a moverme de aquí. No puedo salir de estas cuatro paredes.
No existe un límite en el horizonte del pánico. Jorge V., hasta ahora una de la personas a las que yo consideraba más repugnantes y odiosas, con sus labios gorditos, su mirada esquiva y su cara de pene –su cara me recuerda a un pene-, ya no es nadie desde esta nueva perspectiva; existen millones de caras más horribles que la de Jorge V. esperándonos a la vuelta de la esquina, con la sonrisita más estúpida, la nariz mas afilada o con el corte de pelo mas perdedor.
Estamos en manos de una combinación infernal.
Hannibal Lecter, el protagonista de ‘’El silencio de los inocentes’’, sufria de la misma inquietud hacia los rostros de la gente. Lo que pasa es que cuando se encontraba con alguien que no le generaba confianza le comia la cara a mordiscos. Lecter es un tipo inteligente, culto, delicado en sus maneras; su mente trabaja incansablemente las veinticuatro horas del dia resolviendo enigmas inexplicables, no es justo que pierda un solo minuto de su vida soportando la presión que ejercen todos esos rostros húmedos que nos miran impunemente, y es lógico que quiera liberarse de alguna manera. Comerse la cara de la gente tiene que aliviar bastante. Lo bueno es que comiéndose la cara de Jorge V. no solamente sentiría un gran alivio sino que además evitaría de una vez por todas que exhiba por todos lados de una manera tan vergonzosa su rostro bochornoso.
Ahora mismo pienso que no haría falta, pero sin embargo, mencionare que Jorge V. maneja un estilo patético. Aun recuerdo, era un Martes, entro a clase y como si me hubiera tirado a la madre del mismísimo diablo, frente a mi estaba el peor de los castigos, la única silla libre estaba al lado de Jorge V., miro para abajo, desanimado, con desaire, y me encuentro con que Jorge V. lleva puestos unos mocasines negros de cuero y no está usando medias. Creo que esto es suficiente, asi que no entrare más en detalles de su persona.
Volviendo, por el lado de Hanibbal Lecter, muy bien por él.
Pero Jodie Foster me pone mal. Con su carita de niña sufrida y estudiosa. Jodie Foster es esa clase de mujeres desagradables que no leen ni el horóscopo y deciden hacerse las inteligentes para disimular un poco. Suelen tener pelo liso y les gustan las gafas y las faldas de pana.
No entiendo qué interés puede tener Lecter en descubrir que oculta el pasado de Foster, porque todos sabemos que es un pasado mediocre y ñoño.
Lecter debió haberse comido la cara de Foster apenas hubiera tenido la oportunidad, y después escupirla a la cámara.
Creo que tengo que definir ascopena, un concepto fundamental pata comprender la realidad.
Yo creo que hay cosas y personas y programas de televisión que dan ascopena.
Ascopena es asco, repugnancia mezclada con pena, compasión, con la tristeza de saber que eso que está al frente tuyo existe y que tú no puedes nada para remediarlo, o simplemente no te dan ganas de hacer nada por remediarlo. Algunos sienten miedo y asco. Yo siento asco y pena.
Lo peor de los malos sentimientos es que son mucho más reales que los buenos. El amor es algo confuso, inaprensible. Durante siglos, escritores, poetas, incluso filósofos de gran talla intelectual, han intentado definirlo con un éxito bastante relativo. Pero el contrario, el odio es algo tan claro que no es necesario explicarlo, se presenta en nuestra mente sin dificultad.
Yo tuve una época en que me daba asco el fútbol. Odiaba el sonido y el color del futbol. Ese sonidito del comentarista, ese ronroneo de nombres, el tono de voz que va subiendo paulatinamente conforme se acercan los jugadores a la cancha, el grito final, tan estúpido y molesto… Odiaba el color de la pantalla, toda verde, con unos puntitos de colores moviéndose de un lado para el otro. Odiaba entrar a un lugar y ver que estaba lleno de gente mirando un punto fijo en el techo. Creo que el único culpable es el país en el que fui criado, con una televisión mediocre y un futbol nefasto, sin embargo de esto no hablare ahora, asi que si odio algo, hoy en dia, son los hippster, odio también a cualquier persona con pensamiento polarizado y a los ancianos con narices supuradas, llenas de venas y con dedos amarillos.
Pero ascopena es otra cosa, es mucho más sutil, un sentimiento mas pegajoso y terrible. El odio es ganas de exterminar, arrasar, de aniquilar algo que no debería existir. El sujeto se separa del objeto odiado de una manera radical. Pero al sentir ascopena nos vemos implicados con el objeto, como si nuestro sentimiento, al alcanzar el otro –lo absolutamente otro-, chocara con él y nos salpicara, manchándonos de horror.
Los invito a que investiguen, en lo más oscuro de su interior. Analicen su alma, esa ropa limpia que les dio su madre y que ustedes, de tanto usarla, han llenado de mugre. Piensen en lo que les da miedo, en lo les quita el sueño. Nunca se trata de algo ajeno; normalmente nos acobarda lo que, afuera de uno mismo, nos pertenece. No hay nada pero que verse desde afuera, descubrirse en los demás, ver mi mierda proyectada en otros. El enemigo real es ese tipo que se parece a mi, que comete mis mismos errores, distorsionados por la distancia, aumentados grotescamente como en un espejo de parque de diversiones. Por eso lo odio. ¿Cómo se atreve a exhibir descaradamente eso que yo oculto avergonzado desde hace años?
Mucha gente me da ascopena. Un vendedor ambulante, por ejemplo.
Nos encontramos en un semáforo, confiado en que la luz verde se prenda lo más rápidamente posible. De repente sale de la nada un tipo sucio con pinta de yonki. Lleva una chaqueta de cuero, la prenda oficial de los hipsters, yonkis modernos y personas desesperadas. Es posible que nos amenace con una jeringa o algo peor. Tenemos miedo. Tenemos miedo porque ese canalla que se acerca no huele bien, no lo conozco de ningún lado. No tiene nada. Subimos el vidrio del carro, por si acaso. Habla con el de adelante mostrando lo que vende. Se trata de unas pulseras asquerosas. No hay manera de impedir que se acerque, a no ser que lo atropellemos –durante unos segundo lo pensamos seriamente-. El tipo de adelante lo rechaza. El ser se dirige hacia nosotros. Miramos su cara –una nueva cara llena de matices- y nos desagrada tanto que quitamos la mirada.
La mirada es la clave. Si lo miramos –al de las pulseras, al pobre que vende dulces o al hippie de la flauta- estamos perdidos, porque hemos reconocido su existencia. Te miro porque estás ahí. No eres fondo, un fondo amorfo, sin precisar; eres forma, eres algo concreto que yo miro, y con mi mirada te doy vida. Atención, solo necesitan esa fracción de segundo en la que nuestra mirada choca con la de ellos para inyectarnos su veneno y ya no podemos escapar. Nos quedamos paralizados.
El ser mueve sus pulseras delante de nuestros ojos. Solo quiere venderlos, no más. Por lo menos no pide dinero por la cara, como muchos otros. Un instante antes nuestro corazón albergaba miedo y asco; ahora se ensucio de algo mucho peor: lastima.
Abrimos la ventana y le damos 2 mil pesos. Durante una fracción de segundo tocamos la palma de su mano –llena de virus-. Nos contenemos de apretar su mano y cerramos la ventana. El ser murmura algo que entendemos como muchas gracias.
El peligro ha pasado, pero algo no está bien. Con la pulsera en la mano, sentimos en nuestro interior que la larva del ascopena se agita violentamente, comiéndonos las entrañas.
Cierro esto con una idea. El otro día me contaron un chiste muy bueno. Llega una niña y le dice a su mamá: ‘’Mamá, mamá, mira como bailo!, aprendi a bailar cumbia!’’ Y la mama le dice : ‘’Muy bien hijita, pero bájate la falda porque se te ve la silla de ruedas’’. Pienso que podría ser un comercial de 20 segundos para poner en la televisión. Tendría que estar iluminado y decorado igual que un sorteo de la lotería, tipo Baloto. Así el pellizco de dolor moral que provoca atacaría a la audiencia totalmente desprevenida.
Que esquizofrenia tan hijueputa la de Bruce, pensó hoy cuando se despertó, porque se durmió con ese bodrio de película. Y se rió jajaja! se rió!! Su mente aun es su amiguis.
El quiere controlarlo todo, como buen diseñador que es, desde la baba del jabón que no debe manchar el lavamanos hasta la conducta mas prudente cuando se pasea por ciertas calles, ay si, el si que quiere controlarlo todo, ser el amo de su vida, ser el hombre de los libros, pero no puede, porque tiene Sindrome de Down. ¿Porque tenia que tener Sindrome de Down?!
bonbonbon.
El quiere controlarlo todo, como buen diseñador que es, desde la baba del jabón que no debe manchar el lavamanos hasta la conducta mas prudente cuando se pasea por ciertas calles, ay si, el si que quiere controlarlo todo, ser el amo de su vida, ser el hombre de los libros, pero no puede, porque tiene Sindrome de Down. ¿Porque tenia que tener Sindrome de Down?!
bonbonbon.
Señora.
6.3.11
Es increíble ver como hace unos dos años me aterraba contagiarme de cáncer por quedarme mirando a un enfermo o porque la bacteria mas maligna de la galaxia fuera a parar a mi dedo indice, y hoy tengo una infección en la nariz que poco me importa. ¿Deberia preocuparme? ¿O deberia procuparme de lo que siempre me preocuba? Que es mas preocupante entonces: ¿Si a nariz esta infectada, o si la nariz esta?
5.3.11
Los conoce demasiado punks o demasiado hipsters, los escucha ridículamente snobs o ridículamente chirris, los observa estrafalariamente alternativos o mods o gangstas... y ya no se divierte. Recuerde que hace unos meses era extrañamente cómico ver las situaciones e incluso ser protagonista de ellas (porque eran igual de válidos unos pantalones a cuadros que uno o ambos ojos morados) ya todo tenía un poco de gracia y en fin. Madurar no viene al caso.
Recuerda que anteponía siempre el adjetivo al sustantivo, pero de eso no se aburre el burro.
Dos o tres veces
Simón Silva se enderezó en su cama aún bostezando. Tosió mucho esa noche, le dolía el pecho. La noche anterior había vuelto a fumar, y pareció que se hubiera puesto al corriente de todos aquellos cigarrillos que había evitado con cortesía y excusas referentes a su salud durante las últimas dos semanas. También le dolía un poco la cabeza, sentía un zumbido que le taladraba tenuemente las sienes. Con algo de titubeo logró erguirse en la cama, y el piso frío en contacto con sus pies traspasó su cuerpo como un espasmo involuntario. Los rayos del sol se filtraban por la persiana a medio cerrar. Y él que pensaba que ese sábado, horrible sábado, iba a tener que usar de nuevo el impermeable, que se le pegaba a la espalda. Odiaba esa sensación. Los rayos del sol se filtraban por la persiana a medio cerrar. Se levantó.
Y era tarde, se dio cuenta. Tenía que ponerse algo que le dejase respirar, y que hiciera juego con el pantalón que días antes Nina le había regalado, en esa bonita bolsa de regalo roja con un moño morado y una carta que ahora yacía en el rincón de la habitación, al lado del neceser. Tomó una camiseta a rayas de su armario, con algo de dificultad se la puso. Se calzó, arregló su cama para no sentirse desordenado, él que solía siempre salir sin siquiera dejar los platos en el lavatrastos; ya había salido de la habitación pero volvió sobre sus pasos y dejó un pequeño resquicio entre la ventana y el exterior, para que el aire circulara un poco hasta su regreso.
Cuando cayó en cuenta de que no tenía afán alguno, de que el sol estaría allí fueran las once y tres o las once y dieciocho, sólo entonces se relajó un poco y pensó en que quería comer. Se apresuró a abrir la nevera pero lo que encontró adentro le desanimó un poco. Debió haber ido a la tienda el día anterior. Y recordó que esa visita a la tienda había sido la pequeña incomodidad presente en su cabeza, ese no me acuerdo qué que debía recordar. Ya algo menguado su apetito, sacó el último huevo y lo aventó contra la cacerola hirviendo mientras echaba dos piezas de pan al microondas. Presionó el botón para comenzar a calentarlas, pero la luz del microondas que contemplaba siempre tomando whisky en la mesa no se encendió. Volvió a presionar, esta vez con algo de brusquedad. La luz se encendió.
Metió los platos en el lavatrastos, pero no los lavó; lo haría cuando llegara, sí. Cuando Matías lo vio entrar por la pequeña puerta del jardín trasero comenzó a ladrar desaforadamente. Simón fue a buscar la correa azul, no la roja, que ya estaba gastada, y amarró a Matías mientras este le lamía el brazo y jugueteaba con la pelota que el Flaco Gambazza le había regalado, cuando Matías cumplió 4 años. Cerró la puertica tras de sí y ató a Matías a la silla mientras buscaba las llaves, que creyó había dejado en el bol del vestíbulo esa noche pasada cuando llegó. El vodka y el ron lo habían mareado un poco, y no estaba en sus cinco sentidos cuando entró la noche anterior, así que pensaba que pudo haber dejado las llaves en cualquier otra parte, pero ahora no lo recordaba. Recordaba de la noche anterior cómo se deslizaba por entre las calles de La Recoleta, pasando el cementerio; recordaba cómo el viento chocaba contra su rostro y pensaba que no tenía frio, por ese calor dulzón que deja el licor en el cuerpo. Recordaba haber estado caminando con el brazo del flaco Gambazza sobre sus hombros mientras cantaban alguna de las rolas del Boca, y con la botella de vodka aún sin terminar tambaleándose en las manos del flaco. Pero no recordaba dónde había dejado las llaves.
Las encontró sobre la repisa del baño de abajo. Cuando Matías oyó el tintineo metálico comenzó a ladrar de nuevo, como si relacionara mágicamente ese sonido con los paseos bajo el sol y las horas en la Plaza del Congreso, mientras Simón leía otra vez algún cuento de Julio Cortázar que creía haber interpretado mal, y levantaba la vista sobre las páginas de vez en vez para ver que Matías no estuviera molestando a nadie. Simón desató la correa de la silla y Matías le siguió hasta la puerta cancel, que cerró tras de sí, dando dos vueltas al cerrojo con la llave.
Mientras caminaba bajo el sol jalando a Matías, sólo podía pensar en sacar de su cabeza a Nina, y las cuentas, y la moto que ya no prendía bien, y Nina, mientras llegaba al cruce de la calle Moreno. Subió lentamente por la calle, como saboreando la mañana y la brisa de Mayo; dobló a la izquierda al final de la calle y llegó a la Virrey Cevallos. Una mujer de unos cuarenta y tantos que se acercaba con un Pointier miró a Simón de arriba abajo mientras se aproximaba. El Pointier olfateó a Matías y comenzó a jalar a su dueña buscando o un enfrentamiento o una de esas sesiones en que ambos perros se huelen cada rincón de sus cuerpos mientras los dueños sienten tensos el silencio entre ellos y sonríen nerviosamente evitando conversación. Simón, previniendo esto, bajó del andén y jaló a Matías para evitar el encuentro, y la mujer le dirigió una mirada poco amigable, que Simón le devolvió con una sonrisa en el rostro.
Y pensar que el domingo pasado había recorrido esa misma calle vieja y tropical junto con Nina. Matías quería mucho a Nina, siempre solían acurrucarse en el diván, y Nina le jugaba con las mangas de su saco, hasta que ya cansado de jugar se iba a dormir, y Nina era suya. Eran esas noches de cama y desvelos lo que más extrañaba de ella, su pelo desordenado sobre las almohadas que siempre quiso cambiar, pero nunca lo hizo porque se fue antes; su voz que le sacaba del más hondo de sus sueños, y le preguntaba si quería mate, y que el dinero iba a llegar de alguna parte, que tuviera fe.
Cuando al fin creyó percibir en la lejanía las cúpulas blancas de la Plaza del Congreso, aceleró un poco el paso, pensando que algún extraño se acababa de parar de su banca favorita y que debía apresurarse para que no se la quitaran. Cruzaron la calle él y Matías, que olfateaba recurrentemente el suelo conocido, ese suelo de los sábados en que hacia sol. Caminaron por el sendero adentrándose en la plaza, y Simón vio que la banca estaba desocupada, como si le hubiera estado esperando desde la última vez que se sentó allí. Hacía mucho sol.
Como todos los sábados en que solía salir a tomar el sol, Simón se acomodó en la banca de madera hasta encontrar una posición en la que se sintiera cómodo. Pensaba en estirar las piernas un rato sin hacer mayor cosa, y luego sí se pondría a leer, o quizá a revisar de nuevo las cuentas por pagar. No. Era sábado. Iba a leer. Las cuentas se las dejaría a la noche del domingo con una copa de ron y un ansia de morir dejando sus deudas a sus lejanos y esquivos padres.
El sábado la concurrencia no se hacía notar hasta ya pasadas las diez de la mañana. Antes de esta hora sólo se avistaban uno o dos ancianos que tomaban un respiro y personas haciendo ejercicio y paseando al perro. Aunque el movimiento en la Plaza del Congreso era continuo a lo largo de todo el día, pasadas las diez de la mañana, digamos, a las diez y dieciocho, el tumulto se hacía tan insoportable que la visita al parque se convertía en vueltas concéntricas asemejándose a un grupo de vacunos. La cantidad de niños llorando, las mujeres que conversaban, la marea insoportable, ese murmullo que taladra la concentración y penetra hasta en el más hondo y escurridizo de los pensamientos. Por eso Simón iba hasta las once nada más. Sin embargo poco antes de las diez y cinco tenía la costumbre de poner de nuevo la correa a Matías, no fuera que algún desconsiderado se lo robara.
Simón echó un último vistazo a Matías, que daba vueltas alrededor de un árbol en el que escrutaba y de cuando en cuando se detenía a observar fijamente, como pensando que en algún momento iba a salir a correr. Estiró las piernas en el suelo y miró fijamente al sol por poco más de dos segundos. Con ese punto amarillo que aparece cuando se cierran los ojos después de fijar la vista en el sol o un bombillo, abrió en la página cincuenta y seis de Los Premios y se puso a leer.
El sol calentaba fuertemente, pero era bien recibido a razón de las constantes lluvias que todo el mes de abril habían azotado al país entero. La semana pasada habían aparecido registros de temperaturas bajo cero en La Pampa y en Mendoza; la producción había disminuido mucho por las lluvias, e incluso Simón creyó oír en la televisión, mientras se lavaba los dientes un día cualquiera, que un ganadero había caído a un pozo de aguas lluvias y había muerto. La situación había causado inclusive algunos problemas de aparcerías y terratenientes, quienes, con el riesgo de perder sus ingresos por el cultivo de arroz o la ganadería, habían apostado precipitadamente en la bolsa de valores argentina, quedando un grupo no menor en la ruina.
Algunos árboles ofrecían una sombra refrescante a los paseantes, y algunos incluso llevaban sábanas y se tendían bajo los árboles, quizá para comer algún bocadillo o simplemente para fumar mientras observaban la ciudad y su cielo, y su gente, y una que otra muchacha. Simón permanecía sentado, ya con las piernas extendidas, como si hubiera estrechado sus lazos de confianza con la banca de madera; y leía, concentrado, como los personajes se adentraban en la popa del Malcolm.
Simón estaba a punto de pasar la página cuando una gota de sudor cayó sobre la hoja, de un pequeño chapotazo, siendo absorbida inmediatamente por el papel, expandiéndose poco a poco. Simón maldijo y frotó la esquina de la hoja donde había caído la gota con su camiseta, pero la gota ya era parte del libro. Bajó el libro por un momento, metiendo antes una espiga que había en el suelo entre las páginas para no perderse luego; se levantó de la banca y miró directamente al sol entrecerrando los ojos. Parecía que el sol también le estuviera apuntando a él también, en ese preciso punto de Latinoamérica.
Luego de estirarse sobre la silla decidió retomar la historia. Estaba demasiado entretenido leyendo sobre el misterio que acechaba a los pasajeros del crucero. La novela la había dejado quieta por mucho tiempo, había estado ocupado por trabajos para la oficina y por conseguir el dinero que le faltaba para pagar la plata que debía. No había hallado un solo momento en que concordasen su tiempo libre y los momentos en que no estaba pensando en Nina, abstraído.
Pasaron alrededor de veinte minutos, durante los cuales Matías había explorado la plaza completa y ahora, ya cansado, yacía sentado al lado de la banca, refugiándose en la sombra que proyectaba el libro, porque estaba haciendo mucho sol. Simón se sentía cada vez más atraído hacia la trama de la novela; deseaba ser uno más de los pasajeros, y tratar de descubrir aquello que andaba mal, terriblemente mal, con la tripulación del otro lado de la embarcación.
Poco antes de terminar la página sintió que ya no podía ver, que la vista se le nublaba por gotas de sudor que, una a una, se acumulaban sobre sus parpados. Cerró los ojos por un momento, como para que continuaran su camino a lo largo de su rostro, pero no sirvió de nada, ya que poco a poco más gotas se sumaban. Pensó que estaba sudando exageradamente, que no tenía razón para sudar de esa manera tan inusitada. Cerró el libro una vez más y sacó de su bolsillo izquierdo un pañuelo, que pasó luego por su rostro. Las gotas de sudor quedaron inmediatamente adheridas al pañuelo. Ya no tenía gotas de sudor en su rostro, comprobó con la punta de sus dedos. Su frente estaba seca.
Matías movió la cabeza y miró a Simón, como atraído por los movimientos de este mientras sacaba el pañuelo, y aun más al verlo batirse al viento en sus manos. Simón tomó de nuevo el libro, y ya se disponía a abrirlo de nuevo en la página en que había quedado cuando una gota de sudor resbaló por su frente y cayó estrepitosamente en el papel. Rápidamente cuatro gotas más se sumaron a esta, y a Simón le tocó levantarse de nuevo. No entendía cómo podía volver a sudar cuando unos pocos segundos antes se había limpiado con el pañuelo. En realidad no podía entender por qué sudaba tanto; Simón era algo así como una persona que no transpiraba demasiado.
Entonces Simón tomó el libro con la intención de echarse un poco de aire, agitándolo de arriba abajo en el aire. Le pareció percibir una sensación ajena, de extrañeza. Sentía que la punta de su dedo índice estaba blanda, como si la consistencia no fuera la misma que había mantenido por veintiséis años. Dejó el libro a su lado, y miró fijamente su dedo. Se veía normal, la textura no había cambiado en absoluto, ni el tamaño. Pero cuando lo tocó con su otra mano sintió que el dedo entero parecía mucho más suave y flexible.
Minutos más tarde, luego de analizar su dedo detenidamente, sintió algo similar en su muñeca. Sentía como si el hueso se convirtiera poco a poco en gelatina. Se hacía cada vez más difícil para su muñeca sostener el peso de la mano, que ya comenzaba a lucir un poco extraña. La forma de los dedos comenzó a inflarse, como anchándose en la base de los dedos. A Simón todo esto le pareció muy extraño. Jamás en su vida le había pasado algo apenas parecido.
Se incorporó ya totalmente de la silla. Matías se levantó también del suelo y se apresuró hacia el centro de la plaza. Simón vio que un perro había llamado la atención de Matías, mientras su dueño conversaba animadamente con una mujer. Ya eran las nueve y treintaisiete, pero aún no se hacía molesta la cantidad de gente que circulaba. Simón estaba parado, recto, en su mayor extensión, como mirando hacia las calles que se perdían a lo lejos, y pensando en que Nina sabría a que se debía esa extraña sensación. A veces tenía la impresión de que Nina lo sabía todo, siempre lo había sabido. No entendía cómo era que había terminado todo, así, de un día para otro, sin siquiera una despedida, una maldita despedida. No alcanzaba a recordar bien la última vez que la había visto. Creía que había sido en el porche de la casa del flaco, pero no estaba totalmente seguro. No registró el momento con la claridad y vivacidad requeridas de haber sabido que iba a ser la última vez que la vería.
Ya no distinguía bien a Matías en la lejanía, porque las gotas volvían a acumulársele sobre los ojos una vez más. Se dio cuenta de que por más que se limpiara el rostro, las gotas iban a seguir cayendo, así que optó por tomar una posición en la que las gotas no fluyeran directamente hacia sus ojos y le nublaran la vista. Así pues, se acostó sobre la banca, y quiso ponerse el libro sobre la cara para tratar que no le diera el sol directamente. Sin embargo, cuando intentó tomarlo, la consistencia de sus dedos se hizo mucho menor. No lograba asirlo. Cuando ponía sus dedos sobre la pasta, estos se resbalaban antes de que pudiera levantarlo de la banca, se escurrían por las esquinas. Ambas manos, a esas alturas, estaban ya caídas sobre las muñecas. Ya no era capaz de levantarlas, la fuerza de sus antebrazos no bastaba para erguirlas. Finalmente, ayudándose con sus codos logró tomarlo y lo arrastró con sus ya casi inútiles manos hasta su rostro.
Yacía extendido en la banca, tan largo como era, con el libro abierto en una página cualquiera, con las hojas poco a poco humedeciéndose y haciéndose blandas por la cantidad de agua que fluía de las sienes y la frente de Simón. No supo en qué momento las gotas empezaron a filtrarse entre sus oídos. Una sensación caliente y terrible le invadió, como si su audición completa se viera reemplazada por la humedad y la total ausencia de ruido. Levantó su brazo y dirigió cuidadosamente su mano hacia su oído, la deslizó bajo el libro y luego de tres intentos logró atinarle a meter el dedo dentro del oído. No supo qué dedo metió, ya no distinguía, todos sus dedos eran un solo dedo. Y esto le costó tanto no sólo por el hecho de que ya no sabía bien qué dedo estaba tratando de usar, sino porque además su oreja ya no estaba en el mismo lugar en el que había permanecido inmóvil toda su vida. Podría decirse que ahora se encontraba un centímetro, quizá un poco más, hacia atrás de su cabeza.
A Simón le pareció demasiado extraño, jamás en su vida había sentido esa extrañeza de la carne, esa ausencia de materia, de comunión en ese mundo en que podía tocar todo lo que le daba la gana. Pensaba si algún amigo suyo, quizá el flaco Gambazza o Moreira le habían contado alguna vez sobre algo parecido. Estaba seguro de haber oído sobre algún caso similar en alguna parte. Quizá había sido Nina, que siempre hablaba de cosas interesantes, de algún caso de gigantismo en África o de un nuevo tipo de rana hallada en Nueva Guinea, quizá Nina le habló de ello, no sabía, no recordaba más claramente sus conversaciones y sus silencios, y sus labios.
Cuando salió de su ensimismamiento halló que sus piernas se habían ladeado hacia la izquierda, hacia el borde de la banca, y la izquierda comenzaba a combarse y a parecer un fideo, escurrida. Algo era seguro. No debía intentar pararse, la poca consistencia que le quedaba en sus piernas había desaparecido en menos de diez minutos. Estaba condenado a pasar los últimos minutos que le quedaban acostado en la banca, sufriendo ese lento derramarse, padeciendo la angustia de pasar de ser alguien a ya no ser nada. Matías se había acercado a la banca y estaba sentado diligentemente frente a Simón, aunque él no se dio cuenta porque su cabeza se había ladeado hacia la derecha, hacia el espaldar de la banca, y con la poca fuerza que le quedaba en su cuello no era capaz de girar la cabeza para ver a su perro mirándolo fijamente, extrañado.
En ese momento, cuando por su cabeza pasaban las tardes en La Plata, los paseos de todo un día con Nina oyendo a Mendelsohn y con Matías sacando la cabeza por la ventana trasera, cuando pensaba en los largos cigarrillos a la luz de la lámpara de la sala, mientras Nina hablaba por teléfono con su hermano en Bruselas, cuando ya no estuvo Nina y eran sólo él y la lámpara apagada y la nostalgia que le carcomía las entrañas, en ese momento recordó que un día hace más o menos un año y medio, salió de clase temprano y no quiso ir a casa inmediatamente. Esa tarde se fue a la biblioteca, porque sabía que de allí sólo saldría hasta la noche. Simón recorrió los estantes distraído, como buscando un libro que le llamara a gritos y le ayudara a soportar la tarde que se venía, y que no quería pasar en su casa, solo, como olvidado por el mundo. Dobló a la izquierda por el pasillo de Literatura Latinoamericana, ese pasillo tan querido en el que había hallado tan natural y accidentalmente a la vez Queremos tanto a Glenda, y conoció a Julio Cortázar, y ya después no quiso dejar de leerlo.
Ese día cuando Simón dobló por el pasillo de Literatura Latinoamericana, como a las dos y cincuenta de la tarde, vio el gastado y rojizo letrero de historia de Europa, y se adentró en los estantes, ya sin nada que perder, y vio ese llamativo título de Relatos de Europa y del Lejano Oriente, y lo sacó y pasó las páginas sin mirar ninguna por alrededor de siete minutos, mientras se balanceaba adelante y atrás en la silla de madera. Luego de transcurridos los siete minutos, encontró un aparte en el libro llamado Derretimientos famosos, y, fascinado por el título tan sugestivo y misterioso, comenzó a leer. Leyó entonces el caso de un tal Sir Lloyd Cumbert, un británico desafortunado que en el siglo XVII se derritió mientras daba un discurso a los trabajadores de la fábrica de la que era dueño. No aparecían las razones de tan extraño caso, simplemente se contaba cómo había sido la escena, trágica para todos, horrible, como asqueados y asustados todos salieron corriendo, agolpándose en la puerta para poder salir. Pasó la página y se encontró con el caso de Thilo Pabst, un niño polaco que durante un examen de cálculo quedó reducido a una masa informe en el suelo. No recordaba si había leído quizá otro caso, la memoria no le daba para tanto. Lo que claramente recordaba era que habían sido dos o tres casos, sin nexo alguno, sin explicación alguna. Simón supuso que eso era lo que le estaba pasando, mientras sentía cómo su cabeza y tórax lentamente se escurrían por entre las tablas de la banca.
Simón sintió cómo su aliento menguaba, ya no podía capturar la misma cantidad de aire, se sentía asfixiado. Sus ojos poco a poco se fueron moviendo y quedaron mirando hacia dentro de su cabeza, lo que en realidad no ayudó mucho. Se preguntaba cómo había sido posible que le hubiera pasado a él, a Simón, alguien tan ajeno a las cosas extraordinarias. Oyó que alguien pasaba a su lado, y que aceleraba el paso, no sin antes dirigirle un flemático “Qué asco”. Ya no veía nada, sólo percibía el calor, ese sol quemante, causante de su muerte, creía él. Matías comenzó a lamer sus pies, a esas alturas convertidos en líquido. Aún alcanzaba a escuchar cómo la gente pasaba y lanzaba improperios a su lado, o aceleraban el paso, como el primer caballero. Sus huesos ya se confundían con su carne, la piel parecía una plastilina cada vez menos consistente, y su cabello yacía en el suelo, como en el piso de una peluquería, y el viento se llevaba algunos cabellos.
Simón se estaba muriendo. El año pasado había tenido una conversación con el flaco acerca de qué podría ser aquella última cosa que se le pasaría por la cabeza antes de morir, y ambos lanzaban hipótesis graciosas confiados en que faltaba aún mucho tiempo para ello. Simón vivía asustado pensando en que quizá su último pensamiento antes de morir sería algo desagradable o una imagen pecaminosa que no tendría nada que ver con su vida, que la cerraría como una gran broma, una carcajada en la oscuridad. Pero sólo pensó en Nina, en cómo le hubiera gustado que ella le tomara la mano y le dijera que todo iba a estar bien, y que luego lo metiera en un frasco y lo dejara en su mesa de noche.
Simón pensó en Matías, en qué iba a ser de él, en que posiblemente iba a morir en unos días o lo iba a tropellar un carro, si corría con suerte. Pensó en Nina, en su boca, en su olor, en la casa sin ella, en la casa ahora sin él, y después ya no pensó más porque se escurrió totalmente por entre la banca y se volvió un charco de sangre y recuerdos que tres semanas y una tormenta hermosa borraron de la faz de la tierra.
Esto que te quede claro
Bueno, resulta que queremos escribir a veces. Somos cuatro, pero seguramente esribiran dos o ninguno. Cree usted que peude rebatir las fatalidades con que nos topamos en neustro camino hacia Glastonbury? Adelante, atrevase! Somos cuatro, somos Mokoseko...
...Y no nos basta con reventarle los oidos sino que ahora queremos robar su lengua. Usted sera un mongoloide sordo ciego y palurdo con un parche de Mokoseko en la maleta. Escúchenos, quizá lo que tenemos para decir compense sus incompetencias. Si no aguanta mas nuestra pedantería, vaya y vomite tranquilo!
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